Hace un par de semanas que la exposición cerró sus puertas tras cuatro meses dejando sorprendido a todo aquel que se acercaba hasta el Museo Nacional de Escocia, ya fuese por curiosidad o por la pasión por el mundo de los videojuegos. Edimburgo fue una de las tantas paradas que esta exposición, creada por Australian Centre for the Moving Image, pretende hacer por distintos lugares del mundo y con el mismo éxito.
La carta de presentación ya prometía algo muy especial y completo, puesto que contaba con más de cien juegos que convertirían la zona de la exposición en un salón recreativo gigante, además de numerosas entrevistas grabadas a personalidades del mundo de los videojuegos tales como Tim Schafer, Warren Spector, Shigeru Miyamoto o el rincón especial dedicado a Rockstar y todas sus obras, aprovechando que la sede europea se encuentra en Edimburgo. Además de todo esto, también podíamos encontrar amplia información sobre cada juego, incluso datos curiosos sobre la creación y el desarrollo de estos, guiones gráficos e ilustraciones.
La primera sensación que tenía uno al entrar en la exposición es la de nostalgia, de muchos recuerdos de la infancia que volvían en tan solo un instante y que nos hacían volver a ser ese niño ilusionado con su Master System o con su Super Nintendo. La segunda sensación al entrar en la sala oscura llena de máquinas recreativas era de euforia y emoción por intentar aprovechar al máximo las tres horas que se le permitía a cada visitante estar en la exposición. Gente de todas las edades, incluso padres con sus hijos disfrutando de juegos como Space Invaders, Donkey Kong o Pac-man. Tras pasar la zona de recreativas, con más de 30 máquinas, el resto de la exposición se dividía por compañías, teniendo así zonas como la de Blizzard, Rockstar, Sega, Nintendo o la dedicada a los juegos indies, con títulos como Mario, Zelda, Sonic o Diablo.
Las primeras semanas fueron bastante tranquilas y era muy sencillo poder disfrutar de cada juego, pero a medida que pasaba el tiempo la exposición se fue popularizando, dificultando mucho conseguir entradas para el mismo día. Todo el mundo quería intentar probar todos los juegos, siendo así las máquinas recreativas las que más expectación levantaban. Otra de las cosas que hacían que la exposición fuese perfecta era la cantidad de merchadising que uno podía comprar, pasando desde cajitas de caramelos de Mario a libros sobre la historia de los videojuegos.
Esperemos que esta exposición siga viajando durante mucho tiempo y que algún día decida hacer una parada por nuestro país y enseñar a todo el que quiera un poco más sobre la historia y mundo de los videojuegos.
Maitreya